Según la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo Adolescente (ENAPEA) para el año 2030 es recudir la tasa de fecundidad en adolescentes al 50% y erradicar el embarazo en niñas de 10 a 14 años.
Sin embargo, según los datos y proyecciones de CONAPO el impacto de la pandemia podría poner en peligro los objetivos planteados para prevenir el embarazo adolescente. De hecho, entre 2020 y 2021 el número de adolescentes menores de 19 años que no han podido acceder de forma adecuada a métodos anticonceptivos crecerá un 20% debido a la pandemia. Lo que supondrían 21.500 nacimientos anuales más de los esperados.
El problema del embarazo adolescente en México es multifactorial por lo que las respuestas deben plantearse desde distintas políticas públicas como son apostar por una educación integral en sexualidad desde la escuela y en las familias, un acceso garantizado a métodos anticonceptivos modernos y a servicios de salud de proximidad que ofrezcan información y acompañamiento en temas de salud sexual y reproductiva.
Una de las recomendaciones sobre anticoncepción de las autoridades sanitarias para tiempos de pandemia, es la estrategia de acceso a los métodos anticonceptivos de acción prolongada.
Una anticoncepción que ofrece altos índices de protección y cuya eficacia perdura durante bastante tiempo previniendo sobre posibles olvidos o errores de uso. La anticoncepción de larga duración como el implante subdérmico o el DIU suponen alternativas seguras que deben estar disponibles para la población como una estrategia más para prevenir el embarazo adolescente.
El problema del embarazo adolescente amplia las brechas sociales y de género entre la población, alterando el proyecto de vida de la adolescente embarazada y de su entorno familiar abocándola a recorrido vitales más precarios con repercusiones negativas para su salud y su desarrollo psicosocial.
Por ello, es fundamental que sean las políticas públicas las que garanticen un adecuado desarrollo en la salud sexual y reproductiva de la juventud, para que puedan tomar decisiones informadas sobre su vida, pudiendo así prevenir el embarazo no planificado, el aborto o complicaciones como la mortalidad materna.